Todo ha volado por los aires. El pacto en Extremadura entre el PP y Vox está prácticamente roto. Hace 48 horas que María Guardiola, la presidenta de los populares en la región, ha dinamitado cualquier atisbo de acuerdo con unas declaraciones durísimas contra la formación de Santiago Abascal en la sala de prensa del Parlamento extremeño: “Yo no voy a regalar consejerías. […] Iremos a elecciones, si hay que ir. […] Yo no puedo dejar entrar en mi Gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes, y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI […] He hecho todo lo que estaba en mi mano. Mi promesa y mi tierra no son moneda de cambio de nada. Muchas gracias”. Ningún miembro del PP, ni autonómico ni nacional, se había mostrado con tanta fiereza contra Vox hasta la fecha. Aquella comparecencia ante los medios del 20 de junio comenzó así:
―¿En ningún caso Vox entraría en un Gobierno de María Guardiola?
―No. No se pueden utilizar las instituciones para ideologizar.
¿Cómo se retoma una negociación después de unas palabras tan contundentes? Tras la salida de la Asamblea, la presión en el PP extremeño es total. Algunos de los 28 diputados cuestionan ahora las declaraciones en privado. “Todos cometemos errores, sobre todo porque ella…”, observa un diputado del PP regional por teléfono, “ella puede soltar eso sobre Vox en privado, pero si lo dices con todos los medios, pues ya está. Lo dijo porque es María y porque así es María”. Un alto cargo del partido en la región es más contundente: “Ha sido un espectáculo”.
Consciente de las palabras, Guardiola reflexiona. El jueves 22 decide ella misma retomar el contacto con Vox, en solitario. Envía un mensaje de WhatsApp a Ángel Pelayo Gordillo, el líder de la formación ultra en Extremadura:
—Tenemos que hablar, sentarnos, lo importante es Extremadura.
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Pelayo no contesta. Decide esperar unas horas. La respuesta llega el viernes por la mañana. Ese día, Guardiola, su fiel escudero y secretario general de los populares extremeños, Abel Bautista, y su jefe de prensa, Juan Manuel Merchán, van camino de la capital de España. Se dirigen en coche a la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid. Los tres dialogan en el viaje sobre cómo se puede retomar la negociación, qué se puede ofrecer a Vox para desatascar esa negociación que está prácticamente rota.
Al concluir el acto de la Puerta del Sol, Guardiola dejaba el edificio, justo por la salida principal, debajo del reloj que ofrece las campanadas cada 31 de diciembre. Aquí, dos o tres hombres increparon a la presidenta popular. “¡Sinvergüenza!”, vociferó una mujer. “¡Soluciona lo de Extremadura!”, añadió otro. Los tres se montan de nuevo en el coche para dirigirse a Extremadura. Son conscientes de que la presión es total entre la militancia, algunos barones del PP y, sobre todo, en redes sociales para que se alcance un acuerdo con la formación de extrema derecha.
El sábado 24 y el domingo 25, Guardiola y Pelayo cruzan de nuevo mensajes de WhatsApp. A las 23.40 del domingo, la presidenta popular decide enviar un correo a los militantes del PP extremeño: “No vamos a fallarles”, escribía. “Soy muy consciente de que también es imprescindible el respeto, el diálogo y el acuerdo pragmático con la formación de Vox en Extremadura. Compartimos una prioridad, pasar página a las políticas socialistas. Es lo que nos debe preocupar”. El gesto hacia Vox es un hecho. Guardiola comienza a enmendarse sus palabras hacia la formación de extrema derecha de hace solo cinco días.
El lunes 26, la presidenta de la Asamblea, la socialista Blanca Martín, inicia la ronda de llamadas a los portavoces de todos los grupos del Parlamento extremeño: PSOE, PP, Vox y Podemos. Les anuncia que el martes iniciará la ronda de contactos. Esa noche, Guardiola y Gordillo, el líder de Vox, se llaman de nuevo. La líder del PP extremeño cree que Martín ha ido demasiado rápido y ella necesita tiempo para alcanzar un acuerdo con Vox:
—Esto es precipitado.
Gordillo coincide con Guardiola. El martes, tras acudir ambos al despacho de la presidenta Martín en Mérida, hablan ante los medios. Guardiola, por primera vez, recula en sus mensajes contra Vox: “Es un partido constitucional con el que me quiero poner de acuerdo”. A media tarde, la presidenta de los populares llama por teléfono a Gordillo:
—¿Qué os parece si quedamos miércoles?
—No, tengo la agenda apretada, mejor el viernes.
—No podemos dejarlo pasar de esta semana.
—Déjame que hable con Madrid, a ver si pudieran hacer un hueco en la agenda.
Vox cambia la agenda. Guardiola, su secretario general, Abel Bautista, Gordillo, e Ignacio Hoces, el número uno de Vox por Badajoz al Congreso, acuerdan reunirse en un despacho a las doce del mediodía del miércoles. Ninguna fuente consultada quiere decir en qué ciudad o en qué pueblo está este despacho. Ni siquiera si es Extremadura.
Al llegar, los cuatro inician una negociación de tres horas. Al contrario que las otras dos veces, que se reunieron en el Parador de Mérida, PP y Vox comienzan hablando de lo que realmente podría unir a ambas formaciones. Los populares llevan una carpeta con una serie de ofertas y ofrecimientos y Vox, también. Los cuatro sacan del acuerdo cualquier expresión acerca de violencia machista e inmigración. Vox insistía en esas premisas que, según fuentes populares, eran párrafos “prácticamente idénticos” a los del PP y Vox en la Comunidad Valenciana y en Baleares. Cuando insistían los dos interlocutores de Vox, Guardiola y Bautista respondían: “Esto lo vamos viendo, lo dejamos como modificación”.
Dos horas después, a las dos de la tarde, comienza realmente la negociación. Vox exige la vicepresidencia de la Asamblea y dos consejerías, sin identificar, aunque asociadas, siempre según fuentes del PP, a conceptos relacionados con la agricultura y con la educación, pero sin decirlo abiertamente. Guardiola se niega. Explica que esto es “desproporcionado”. Les dice que si tienen un 8% de votos en Extremadura, como mucho, les correspondería una consejería. Vox, finalmente, comienza a aceptar el acuerdo, pero sin fijar todavía qué cartera sería. Al salir del despacho, la negociación comienza a ser puramente telefónica.
El secretario general de los populares comienza a redactar el acuerdo en la tarde del miércoles. Esta misma noche Guardiola llama a un alto cargo de Génova para indicarle que la negociación va en buen camino. El jueves por la mañana Guardiola presenta la oferta que ha meditado: la consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural. “Ella es consciente de que a Vox le interesan ciertos aspectos como la pesca, los toros, los incendios, el mundo rural, y decide aglutinar todas estas áreas que están repartidas en distintas consejerías, en una”, explica un alto cargo del PP regional.
La tarde del jueves, el secretario general de los populares extremeños cruza hasta cuatro versiones del documento de siete páginas y 60 puntos con Hoces, el candidato de Vox al Congreso por Badajoz. Hoces, tras un cruce de llamadas, le dice:
―Los últimos flecos hay que cerrarlos con Madrid.
Guardiola finaliza las negociaciones del acuerdo sin Gordillo, el líder de Vox en Extremadura. El hombre encargado de cerrar el pacto con la formación ultra es Kiko Méndez Monasterio, que no ostenta ningún cargo en el partido, pero es el principal asesor de Santiago Abascal. Cruzan llamadas y mensajes durante una hora. El texto definitivo entre ambas formaciones está hecho, queda prácticamente cerrado a las 18.30 del jueves. Ahí se dice que Vox entrará finalmente y por primera vez en el Gobierno autonómico de Extremadura con la consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural. El PP cede, además, un senador autonómico que le corresponde. Guardiola escribe un wassap a Feijóo para comunicárselo. El presidente del PP, sin embargo, se encuentra en Bruselas. No vuelven a hablar hasta las 22.30, que da su visto bueno definitivo al acuerdo.
Inmediatamente, ambos equipos trazan el plan del viernes. Comunicado a los medios a las 8.30, firma del pacto a las 12.45 en una sala de la Asamblea y una rueda de prensa conjunta a las 13.00. Aquí, sin embargo, los rostros son muy diferentes. Si el equipo de Vox expresa una sonrisa permanente, Guardiola permanece visiblemente incómoda tras fallar a su palabra de no integrar a la extrema derecha en el Ejecutivo. En unos días, eso sí, será la primera presidenta de la Junta de Extremadura.