Alguien dijo una vez que la Unión Europea es lenta porque tiene que serlo. La UE no es un país; la UE no es Estados Unidos, ni Rusia, ni China; no funciona igual ni tampoco puede hacerlo. Pero se le exige en estos momentos una celeridad que necesita y que está buscando, de momento sin mucho éxito para encontrarla. La cumbre de París de este lunes evidenció cierta unidad, pero también dos velocidades. Emmanuel Macron convocó a los principales líderes para encontrar una respuesta a los movimientos de Donald Trump sobre la guerra en Ucrania y dejó fuera a más de la mitad de Estados miembros del bloque, entre ellos Hungría.

El Gobierno de Orbán espetó antes del cónclave que quienes se vieron en el Elíseo «no buscan la paz» para Kiev, y de hecho está más del lado de Washington en la forma y en el fondo. Mientras, Moscú insiste en que «los europeos no pintan nada» en las conversaciones de paz que, con todo, arrancan este martes en Riad con una reunión entre los jefes de Exteriores de EEUU y de Rusia, Marco Rubio y Sergei Lavrov. En ese escenario Europa reclama su sitio y a la vez busca su propia unidad a 27 pero a dos velocidades.

¿Cuál es entonces el siguiente paso? Que en la mesa no haya ocho o diez líderes, sino los 27. La UE no es un país en sí misma porque necesita poner en común muchas sensibilidades para encontrar la unidad. El Gobierno francés pidió no «dramatizar» con una convocatoria a medias, a la que no se llamó a todos los líderes por una cuestión práctica, pero también -aunque no se diga abiertamente- por no encontrar resistencias como la de Orbán cuando menos falta hacen: la meta es dar una imagen hacia fuera de que se sabe lo que se hace… aunque de momento no se haga gran cosa.

Por eso la cumbre de París sirvió para que la Unión -o al menos una parte de ella- dijese eso de «estamos de acuerdo en estar de acuerdo». El discurso sigue siendo el de que una paz para Ucrania tiene que ser «justa y duradera» y esta solo está asegurada si la UE «está en la mesa». EEUU contempla hacer una consulta, pero no mucho más; Moscú ni siquiera la considera un interlocutor válido. Y ahí sigue estando la pinza: nadie toma del todo en serio a Europa en estos contextos, por mucho que Macron y compañía quieran hacerse notar.

Y no, de momento no habrá tropas de paz europeas en Ucrania. Por dos motivos: el primero porque «todavía estamos en guerra», como dijo Pedro Sánchez. Y el segundo porque para que las haya Europa necesita garantías de que EEUU ve con buenos ojos esa maniobra y la respalda, aunque no sea enviando sus propios soldados. Sobre este tema, eso sí, hay disparidad Macron y el primer ministro británico, Keir Starmer, lo ven como una opción, y tampoco lo descartan los Gobiernos de Bélgica, Países Bajos o Suecia. El resto, no. Sánchez, Tusk o Scholz, igual que otros gobiernos no presentes en la capital gala consideran que es «prematuro» hablar de ello.

Donald Trump va varios pasos por delante de la UE; es inevitable, en cierto modo. La UE tiene que coordinarse hacia fuera, pero sobre todo tiene que entenderse a sí misma en un momento que algunos líderes ya han calificado como un «punto de inflexión» o como «un desafío generacional». Lo cierto es que nadie habla de plazos pero por ejemplo Antonio Costa, el presidente del Consejo Europeo, quiso dejar claro que el cónclave de la capital gala era «solo el inicio» de un proceso que no puede acabar, repitió Sánchez, con un «cierre en falso» para Ucrania. «No podemos repetir los errores del pasado», alertó el presidente del Gobierno.

En definitiva, con la Unión Europea lo más importante es casi siempre la gestión de expectativas y París demostró que se pueden hacer las cosas por mitades; una de ellas queda patente que tiene las ideas claras aunque no haya pasado a los hechos, pero ahora queda el reto sencillo de sumar a los Bálticos a la causa y el que es mucho más complejo, que es contar con los díscolos Hungría y Eslovaquia en un plan que acabe primero con la UE en la mesa de negociación y después con una paz en Ucrania que dé «seguridad» al continente.