Parece un trampantojo: durante años Sevilla ha tenido un ‘estadio olímpico’ que no ha sido ni una cosa ni otra. Este mes se han cumplido 23 años de la inauguración de un gran coliseo cinco estrellas para cerca de 60.000 espectadores con un partido internacional de fútbol entre las selecciones de España y Croacia. Dos meses después albergó el Mundial de Atletismo, evento que motivó realmente su construcción, aunque sus aspiraciones eran mayores. Después de los fastos del 92, que transformaron la capital, Sevilla se abrazó al sueño del olimpismo para seguir creciendo, pero resultó finalmente fallido y dejó en la ciudad una hipoteca monumental de más de 120 millones de euros para las arcas públicas que nadie pudo (o supo) rentabilizar.

placeholderLa Cartuja acogió en 2011 la final de la Copa Davis entre España y Argentina. (EFE/José Manuel Vidal)
La Cartuja acogió en 2011 la final de la Copa Davis entre España y Argentina. (EFE/José Manuel Vidal)

En las últimas dos décadas el estadio, que hace ya diez años cambió su apellido para denominarse La Cartuja, ha permanecido olvidado por el eterno reproche a los políticos de ínfulas megalómanas que mandaron construirlo, sin que ninguna administración haya querido mirar hacia él con firme propósito de enmendar el despropósito. En su historia, por sus pistas de atletismo han corrido más figurantes de rodajes de cine antes que atletas. Y es que la instalación cumplió 20 años habiendo acogido sólo diez eventos deportivos internacionales.

 

Realmente, no ha sido hasta poco antes del inicio de la pandemia cuando ha contado con un plan eficaz para ser reflotado que llegó, otra cifra para el escándalo, tras 20 meses clausurado por daños graves en la cubierta de un conjunto diseñado por los reputados arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz, los mismos que firman hoy el Wanda Metropolitano. Desde el otoño de 2020, cuando se recuperó la actividad con dos partidos de la Selección Nacional de Fútbol, el estadio ha acogido ya casi 70 eventos, entre ellos, otros partidos de fútbol nacional, dos finales de la Copa del Rey (2020 y 2021) y cuatro partidos de la Eurocopa. Una agenda a la que se suman otros acontecimientos deportivos, como la Supercopa de España, partidos de la sub 21, entrenamientos y otras competiciones de rugby, al margen de actividades empresariales y tres grandes conciertos en 2021.

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En lo que resta de año hay prevista una decena de conciertos que han metido a Sevilla en el circuito nacional de la música con, entre otras, las giras de Rosalía, Aitana, Marc Anthony, Camilo o Manuel Carrasco, que batirá el 11 de junio en La Cartuja el récord de asistencia a un concierto en España con 74.354 espectadores, según el aforo ya vendido. Pero habrá más: un circo, otros partidos de la selección española (femenina y sub21) y los encuentros de la Liga Profesional de Béisbol Europeo. Es tal el compromiso de esta instalación que por ahora no se va a poder jugar la final de la Copa del Rey de rugby, aplazada el 1 de mayo por un enredo federativo. No hay fechas libres.

 

La programación se presenta como un salvavidas para este coliseo, que ha iniciado una nueva edad de la mano de la Junta de Andalucía, administración que asume la presidencia de una sociedad en la que es el socio mayoritario y en la que participan todas las Administraciones públicas y los clubes de fútbol de la ciudad. Todos están implicados de una manera u otra en el devenir que ha tenido el estadio en las últimas dos décadas: las primeras se han resistido a ampliar su capital, hasta el punto de que ahora se estudia la entrada de dinero privado; y los segundos siempre han rechazado su traslado a La Cartuja, una opción que habría dado vida al coliseo tras su inauguración. El Sevilla FC, entonces en Segunda División y en mala situación económica, descartó esta posibilidad, que también negó el sevillismo; mientras que el Betis se planteó irse a cambio de gestionar en solitario el estadio, algo que se consideró entonces inviable.

placeholderConcierto de AC DC en 2016 en La Cartuja. (EFE/José Manuel Vidal)
Concierto de AC DC en 2016 en La Cartuja. (EFE/José Manuel Vidal)

Así, las pérdidas se fueron acumulando desde su inauguración hasta 1997, cuando las cuentas alcanzaron un equilibrio. Para evitar que el estadio siguiera costando dinero a los contribuyentes (sólo en impuestos la cifra se acerca cada año al medio millón de euros) fue necesaria un ampliación de capital para saldar las deudas con los constructores, que rondaban entonces los 20 millones de euros y que se incrementaban cada año en tres millones en concepto de intereses. Entonces la sociedad diseñó un plan estratégico que iba más allá de los usos deportivos para los que fue concebido. “La Cartuja es mucho más que un estadio”, rezaba la propaganda lanzada por el equipo de Javier Imbroda, el consejero andaluz recientemente fallecido, que permitió equilibrar la balanza económica y conseguir la autofinanciación de esta instalación, que había dejado de recibir dinero público. ¿Cómo lo hizo? Recortando en gastos, en plantilla entre otros, y lanzándose al negocio inmobiliario, pues el estadio cuenta con cuatro torres con oficinas y un hotel, además de almacenes; y también al de la música, que deja jugosos beneficios: hasta 100.00 euros por concierto.

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Pero luego llegó la pandemia y las previsiones de ingresos bajaron a cero en un estadio que requiere más de cuatro millones de euros al año en costes de mantenimiento. Los acuerdos alcanzados con la Federación Española de Fútbol para cuatro finales de la Copa del Rey (hasta 2024) suponen 7,72 millones de euros. Además, cada evento reporta 29 euros por cada euro de inversión, según los cálculos del Gobierno andaluz. Los convenios contemplan también que un porcentaje de ingresos por taquillas fueran reinvertidos en la instalación, pero la crisis sanitaria redujo los aforos.

 

La Junta de Andalucía invirtió para acoger los partidos de Eurocopa tres millones de euros para mejorar unas instalaciones ya obsoletas y que han tenido que adaptarse a las exigencias internacionales. Una inversión que califica de más que rentable, pues estima que el retorno económico de esta competición ha sido superior a los 200 millones de euros, 73 de ellos de manera directa. La UEFA abonó 800.000 euros, 200.000 por partido, a la sociedad gestora del estadio por el uso de las instalaciones, un alquiler que supone un respiro para reflotar la instalación que ya ha costado más de 250 millones de euros entre su coste de construcción y las pérdidas contables durante muchos años y que, para seguir compitiendo al máximo nivel, necesita de más inversiones: 10 millones de euros que permitirían suprimir las pistas de atletismo, ampliar el gradería y bajar el terreno de juego para que el estadio se adapte al fútbol, el deporte con el que resulta más fácil rentabilizarlo. Esta mejora sería clave para triunfar en su última aspiración: albergar el Mundial de Fútbol en 2030.

placeholderAficionados del Glasgow Rangers siguen por la pantallas instaladas en el Estadio de La Cartuja la final que disputó su equipo frente al Eintracht Fránfort. (EFE/Raúl Caro)
Aficionados del Glasgow Rangers siguen por la pantallas instaladas en el Estadio de La Cartuja la final que disputó su equipo frente al Eintracht Fránfort. (EFE/Raúl Caro)

De momento, el Estadio de La Cartuja ha renovado su imagen, más joven y más fresca, y sigue buscando eventos que le permitan equilibrar sus cuentas para seguir creciendo y atrayendo citas internacionales a un recinto que durante años se ha adaptado para sobrevivir con eventos de lo más variado, entre ellos, la ceremonia de beatificación de Madre María de la Purísima que congregó a más de 40.000 personas y que hasta incluyó el traslado de la imagen de la Macarena.

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