Francisco inicia en la provincia de Alberta, en Canadá, el viaje más duro de su Pontificado. Es una visita al escenario del horro cometido por instituciones cristianas, incluyendo a las de la iglesia católica, con la minoría más perseguida y despreciada de toda América: los indígenas.
El propio Pontífice la ha calificado de «peregrinaje de penitencia», que llega un año después de una oleada de descubrimientos de cientos de cadáveres de niños indígenas en orfelinatos gestionados en su mayor parte por la Iglesia católica y la Iglesia Unitaria de Canadá durante más de un siglo y medio, entre 1831 y 1996. El viaje culmina un proceso iniciado el 1 de abril, cuando el Vaticano pidió oficialmente perdón por colaborar en la política del Gobierno de Canadá de aculturación de los niños indígenas que conllevó el desplazamiento forzado de más de 150.000 menores a orfanatos en los que tenía prohibido el uso de sus idiomas maternos, se les prohibía usar sus nombres – y, en ocasiones, solo se les llamaba por un número -, y se les sometía a todo tipo de abusos.
Esa tragedia ha alcanzado nuevas cotas con el descubrimiento de los cementerios secretos en los que se enterraba a los niños sin identificación y sin registrar sus fallecimientos. En algunas escuelas, como la de Brandon, solo se contabilizaron siete muertes en los 81 años de existencia del internado. Solo el año pasado, se descubrieron 104 cadáveres de pequeños enterrados en secreto.
A bordo del avión, el Papa Francisco recibió un casco de los que usó para sus coberturas el periodista navarro David Beriain, asesinado el 27 de abril del 2021 en Burkina Faso junto a Roberto Fraile.
En marzo y abril, Francisco ya se reunió con representantes de las primeras naciones (el nombre que reciben los indígenas en Canadá, en referencia al hecho de que ellos llegaron al país mucho antes que los europeos), los métis (mestizos, es decir, de ascendencia europea e indígena), y los inuit (esquimales). El Papa ya expresó entonces su «indignación y vergüenza» por los abusos, en los que la orden francesa de las Oblatas de Santa María jugó un papel importante.
Ahora, Francisco quiere pedir perdón a las víctimas y a los supervivientes. Es una decisión consistente con su trayectoria. El asesor del Papa – y, como él, jesuita – Michael Czenry ha recordado a la agencia de noticias estadounidense Associated Press que Francisco ha declarado que ninguna cultura tiene el monopolio de la religión cristiana. Eso, a su vez, se ha reflejado en las disculpas públicas del Pontífice a los indígenas de Bolivia por la colonización (en 2015), y en la conferencia que celebró en el Vaticano en 2019 con comunidades indígenas del Amazonas.
El Papa, que tiene 85 años y un estado de salud delicado, ha llegado hoy a Canadá por la mañana (última hora de la tarde de España) a la capital de Alberta, Edmonton, donde será recibido por el primer ministro canadiense Justin Trudeau, aunque su programa de actos comienza este lunes con una reunión con líderes indígenas en la localidad de Maskwacis, a 70 kilómetros al norte de la ciudad. El martes, celebrará una misa multitudinaria en el Estadio Commonwealth, de Edmonton, y realizará una peregrinación al Lago de Santa Ana, en esa misma provincia.
De allí viajará a Quebec, donde celebrará una reunión con Trudeau, y con los líderes de la Iglesia en el país, además de con miembros de la orden en la que ejerció su sacerdocio antes de ser nombrado Papa – la Compañía de Jesús – y con más líderes indígenas.
La última ciudad que visitará el Papa es un sitio muy especial. Se llama Iqualuit, y tiene 7.500 habitantes. Para llegar a ella, Francisco viajará 5 horas de avión, porque está a 1.900 kilómetros al Norte de Quebec, en la isla de Baffin. Nunca un Papa ha ido tan al norte. De hecho, Iqualut está técnicamente en el Ártico, ya que se encuentra a 313 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico.
Iqualuit es la capital de Nunavut, uno de los tres territorios de Canadá. Los territorios se diferencias de las provincias en que no son cosoberanos, aunque en la práctica su principal característica es que en ellos no vive nadie. Nunavut tiene cuatro veces la población de España (2 millones de kilómetros cuadrados) y algo menos de la población de Soria capital, Mieres o Alcira (36.000 habitantes). Más del 80% de sus habitantes son esquimales, o inuit, y allí el Papa se reunirá con supervivientes de internados.
En el viaje, Francisco tiene previsto dar nueve discursos, todos en español. Se espera que en la mayor parte de ellos pida perdón a las víctimas. De hecho, el viaje relega a un muy segundo plano la agenda institucional del Pontífice, aunque podría verse envuelto en dos controversias. Una es el martes, en Maskwacis, donde el grupo ultraderechista de la ‘Caravana de la Libertad’ – que se opone a las vacunas contra el Covbid-19 y sigue una línea ideológica similar a la de Donald Trump en EEUU – ha amenazado con llevar a cabo manifestaciones aprovechando la visita de Francisco. La otra, el miércoles, en Quebec, donde prácticamente todo lo que el Papa diga será examinado con lupa para ver si tiene alguna significación en el contexto de las tensiones nacionalistas en la provincia.
Finalmente, hay un tercer elemento de incertidumbre: ¿mencionarán Francisco o sus anfitriones indígenas a Estados Unidos? Porque los internados también se produjeron en ese país, donde, sin embargo, existe un velo de silencio sobre el caso, en buena medida debido a la marginación extrema de los indígenas, que hace que ni siquiera en la actual época de políticas de la identidad y de exaltación de las minorías nadie se acuerde de ellos.