«Esto parece el fin del mundo». Los vecinos de Pombal, en la región de Leiría, nunca habían visto un incendio parecido. Y eso que en Portugal -como en España- el fuego es un enemigo conocido que reaparece cada año para plantar batalla. Las condiciones climáticas extremas de este verano, sin embargo, han desatado un infierno de llamas en el país vecino que ha llegado a sumar 120 incendios activos al mismo tiempo de norte a sur del país y ha hecho temer escenas como las vividas en el fatídico 2017, cuando 64 personas perecieron a causa de las llamas.
Después de más de una semana al límite, Portugal amanecía el domingo en alerta pero con los incendios controlados. El Gobierno de António Costa redujo su nivel de respuesta a «estado de alerta», después de haber declarado por primera vez el «estado de contingencia» para hacer frente al fuego. Ayer, aún queda un gran foco activo, cerca del municipio de Chaves, en el extremo norte del país, pero Protección Civil dijo que estaba «prácticamente controlado» en el 90% de su perímetro. Las 940 personas forzadas a evacuar sus casas ya han podido regresar, pero las llamas se han cobrado decenas de heridos y una victima mortal, un piloto de una avioneta de extinción de incendios que falleció al estrellarse en el municipio de Castelo Melhor, en Vila Nova de Foz Coa, en el noreste del país.
Las autoridades portuguesas no dan por ganada la batalla y revisarán este martes la situación de alerta. Resulta imposible bajar la guardia después de los 47 grados registrados la semana pasada en Pinhão-Santa Barbara, y ante lo que viene: un nuevo aumento de las temperaturas en esta ola de calor que está poniendo en jaque al sur de Europa y que podría batir récords en los próximos días.
Los incendios han acabado con más de 12.000 hectáreas en Portugal. En España, con dos fallecidos y más de 25.000 hectáreas arrasadas, la evolución es muy preocupante. Pero en nuestro vecino del norte, Francia, la situación es, directamente, crítica.
Los bomberos lucharon durante toda la noche del domingo contra el fuego que va devorando metro a metro el bosque del sector de Landiras, en Gironda, al suroeste del país. El viento reactivó los focos durante el fin de semana, devorando 14.000 hectáreas de vegetación y provocando la evacuación de más de 16.000 personas, informó ‘Le Parisien’. La superficie calcinada por las llamas es ya equivalente a la de París.
El ministro del Interior francés, Gérald Darmanin, anunció ayer nuevos refuerzos para los 1.700 bomberos que combaten el fuego -con tres aviones adiciones- y más cortafuegos para detener el incendio en Landiras, más al oeste del país, donde esta estrategia ha logrado reducir su expansión.
El oeste del país se encuentra en «alerta roja». «Se espera un calor especialmente intenso, no una típica ola de calor de verano», explicó a la AFP François Gourand, meteorólogo de Météo France. Las temperaturas podrían situarse entre 38ºC y 40ºC en buena parte del país y, según este servicio meteorológico, «algunas zonas del suroeste» podrían vivir «un apocalipsis de calor» con hasta 44ºC.
Tampoco hay que dejar de observar la evolución de los incendios en Grecia. Otro país a merced del fuego donde los incendios declarados en los últimos días han llevado a las autoridades a evacuar de manera preventiva siete pueblos en Creta. Aunque la situación está por el momento bajo control, no hay que olvidar que el pasado año por estas fechas el país alcanzó picos picos de 45°C en un «verano de pesadilla» (como lo calificó el primer ministro Kyriakos Mitsotakis) en el que se registraron más de 400 incendios forestales.
Los expertos coinciden en que las altas temperaturas responden al cambio climático y en que aumentarán cada año. De hecho, en Europa llevamos dos olas de calor extremo en menos de un mes. Reino Unido ha emitido por primera vez en la historia una alerta roja por temperaturas de 40 grados en algunas regiones del país, y el Real Instituto Meteorológico de Países Bajos ha activado el Plan Nacional de Calor a la espera de temperaturas que podrían superar los 39 grados.
El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió ayer que la humanidad se está enfrentando a un «suicidio colectivo», en una reunión con ministros de 40 países para discutir la crisis climática. «Esta tiene que ser la década de la acción climática decisiva. Eso significa confianza, multilateralismo y colaboración. Tenemos una opción. Acción colectiva o suicidio colectivo», sentenció Guterres. Desde el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, Copernicus, advierten también que la temporada de incendios en Europa ha comenzado en 2022 antes de lo habitual y con más intensidad que en 2021, que se destacó por ser un año de incendios catastróficos en todo el mundo. Según un informe de la ONU de febrero de este año, el cambio climático, causado por el hombre, y la sequía, provocarán que el número de incendios forestales extremos aumente un 30% en los próximos 28 años.